ARQUITECTURA RETICENTE
Autor: Erick Bojorque
Pazmiño
Fecha: agosto de 2017
Antecedentes.
Ser arquitecto es
edificar obras edilicias, pero también implica la edificación de sí mismo, pues
solamente la persona consciente puede hacer arquitectura que logre la sanidad
de las personas usuarios. No es errar ubicar la arquitectura muy cerca de la sanidad
pues históricamente los arquitectos han tenido que ver con la salud. Apolo era
el constructor de las ciudades, pero también el que proporcionaba las mejores
condiciones de vida para la humanidad asentada en tales trazos. Ptah, dios
egipcio creador, no solamente era el edificador de ciudades sino también era
aquel que se auto edificaba. Por lo tanto, la arquitectura y su manifestación
están relacionados con sanidad. Al desarrollar la Arquitectura Energética
Consciente que es un modo de pensamiento y de diseño que une tanto lo académico
con la sanación pránica y la gnosis, nos vimos en la necesidad de dotar de una
estética a dicho modo proyectual y lo encontramos en la reticencia.
La búsqueda nos permitió
comprender que la estética no es belleza y su cristalización, sino que siendo
una parte de la filosofía se corresponde por lo mismo en una manera de
asimilación de la verdad aprehendida a través de la percepción sensible que en
el ser humano se ejecuta a través de los cinco sentidos físicos, los cuáles se
convierten por ello en las herramientas que inducen hacia la verdad en el
profano que sabe cómo poner atención plena a los eventos externos de la
materialidad física para que las impresiones de él, labren los surcos que
lleven a la verdad del instante. Esa inducción estética la denominamos
reticencia.
Verificando tal
propósito tratamos de vislumbrar lo que occidente y oriente han hecho al
respecto de la estética, sin retrotraernos de manera anacrónica sino con la
simplicidad de la pregunta tal, de ver.
En occidente, la
estética solamente mira lo formal, la plástica, la belleza; la que, en
arquitectura, se sostiene en los tratados de un solo constructor romano con
filiación al mundo de la ingeniería como lo era el pueblo romano al que
pertenecía y que es Marco Vitruvio, quién tuvo la fortuna post mortem de ser la
única fuente de inspiración para el renacimiento occidental desde su tumba en
Pompeya. Si bien no lo dijo directamente, pero sus palabras “venustas, firmitas
y utilitas” que en español resultan ser “belleza, firmeza y utilidad” han dado
origen a gran parte del pensamiento arquitectónico de la época que a ultranza
ha convertido la hermosa profesión en un proceso funcional alienante que ha
ocasionado gran trastorno en el mundo social al que nos pertenecemos.
Por su parte oriente ha
influenciado decididamente en occidente tanto en el arte como en la
arquitectura a través de dos fuentes: la japonesa y la china.
La arquitectura orgánica
de Frank Lloyd Wrigth, aunque no aceptada por él, fue efecto del acercamiento
del arquitecto a los templos japoneses. Pollock y el salpicar pintura tuvieron
fuentes de inducción desde la obra de Mark Tobey versada en el grabado japonés.
Oriente siempre ha tenido algo que aportar al mundo occidental. En Japón lo que
interesa en el arte es el equilibrio que surge la consciencia del Budismo Zen,
que convierte la naturalidad en la estabilidad de los pares opuestos en acción.
Nada en el cosmos es sino dual. Existe lo blanco y lo negro, lo alto y lo bajo,
lo concreto y lo reticente. Nada escapa al dualismo y el ser artista tanto
material como de sí mismo es la viva expresión de un maestro.
El camino estético
taoísta chino revela la sincronicidad de lo natural y la pertenencia del yin y
el yang en fusión. Un artista del tao concreta su actividad a través de las
cuatro reglas de la empatía, el ritmo vital, la reticencia y el vacío. Cada una
de estas reglas van guiando al artista para que su obra sea la manifestación de
su maestría interior.
Como podemos ver tanto
en la antigüedad como en la época más cercana a la nuestra el arquitecto y el
artista son fruto de su propia edificación que consecuentemente tiene que ver
con la sanidad de las edificaciones y por extensión de las agrupaciones
edilicias.
Muy interesante nos
pareció entonces esa cercanía entre las reglas de la maestría taoísta y las
columnas torales del templo del conocimiento griego, base de nuestra
civilización, cuyos fustes se revisten de ciencia, mística, filosofía y arte.
La ciencia tiene que ser empática con la fenomenología para lograr descubrir
los secretos de la naturaleza. El ritmo vital es la fuerza mística del cosmos y
la sincronía es el resultado del equilibrio en ella, tanto como lo es lo
espiritual en occidente. La reticencia es la filosofía, el arte, si lo podemos
también llamar así, de inducir la verdad que es justamente lo que habíamos
estado buscando y que comprendería el soporte estético de la Arquitectura
Energética Consciente. El vacío que se corresponde con el arte que es
justamente la gran fuerza de “hacer nada” y “nada ser”.
Las herramientas de que se vale son los propios sentidos físicos y la
audacia de edificar por sobre algo superior a la gravedad misma y que son los
paradigmas estorbos que los patrones familiares, sociales, imponen. Si el
arquitecto no es capaz de levantarse por sobre sus propias limitaciones que
tienen que ver con la carencia de consciencia, que lo hace vivir siguiendo los
mismos derroteros mecánicos, jamás podrá convertirse en luz para sus
semejantes. Diseñar, construir y vivir como siempre se ha vivido, entonces ¿en
dónde se encuentra el mérito? Pensar que lo que los modos de vida que
sostenemos son los únicos y los mejores, es estar dormido ante la profunda
manifestación de la naturaleza. Veamos solamente el caso de la vida sedentaria
que se originó cuando los seres humanos dejaron de ser cazadores. La vida como
la conocemos se asienta en ello y no por eso es la única forma de hacerlo. Un
arquitecto reticente que practica la arquitectura energética consciente mira
los paradigmas sociales, los comprende y los supera. La inducción social es el
resultado de la propia edificación ya que “¿no es la auténtica creatividad una
forma de emancipación de las limitaciones de la tradición más que un
rendimiento a sus doctrinas?” (Pallasmaa. 2016,
p. 106)
Lo que se espera.
“La arquitectura trata acerca del mundo, de la vida y de los
significados existenciales, más que de los estéticos”, (Pallasmaa. 2016, p.
113)
Esperar pertenece al tiempo y el tiempo a una moral y un espacio
determinado. Cuando pensamos en el tiempo lo hacemos en pasado, presente y
futuro trasladando nuestra atención del instante dado. Al hacerlo nos ubicamos
como los que observamos, analizamos y juzgamos, por ello es una situación moral
ya que depende del punto de vista. El espacio por el contrario tiende a
permanecer ahí en donde se encuentra por ello es el referente. La arquitectura
según Pallasmaa trata, interviene, toma en consideración, como lo habíamos
visto como un docto sanador, al mundo, a la vida, pero como espacio y no como
tiempo. El espacio enraíza, mientras que el tiempo desvanece. Para Pallasmaa “las
ideas y las experiencias del tiempo se han visto suprimidas y reemplazadas por
las del espacio” (Pallasmaa. 2016, p. 115) ya que se advierte la necesidad de
vivir el presente de la espacialidad por sobre la moral que el tiempo ejerce. Por
la velocidad en los cambios el tiempo se detiene, mientras que el espacio
permanece y ¿por qué permanece?, simple y llanamente por la pertinencia
sensorial física de la que está dotado el ser humano.
La mente puede viajar en el tiempo, pero los sentidos físicos
mantienen en el espacio a la persona. La estética comprendida como la inducción
reticente desde los sentidos físicos de una verdad deja de ser temporal y se
convierte en el espacio que emerge a cada instante de la misma realidad
personal. La arquitectura deja lo formal, para convertirse en el acto relevante
que “permite experimentarnos a nosotros mismos como seres completamente
corpóreos y espirituales” (Pallasmaa. 2016, p. 123)
Mientras que el cerebro controla nuestro comportamiento y los genes
controlan nuestro plan de diseño y la estructura del cerebro, el entorno puede
modular la función de los genes y, en última instancia, la estructura de
nuestro cerebro. Al proyectar el entorno en el que vivimos, el proyecto
arquitectónico modifica nuestro cerebro y nuestro comportamiento” Fred Gage (Pallasmaa. 2016, p. 122)
Es natural que de tanto repetir terminas pensando como aquello que
haces. Es natural. Un arquitecto funcionalista no verá más allá que la
disposición y la organización del flujo de personas como lo ideal y hasta lo
trascendente. Miremos como todas las edificaciones actuales están contaminadas
de dicho paradigma. Su vida será esa y la vida de los demás el reflejo de
aquella. De tanto vivir en un edificio funcional terminas siendo un robot. Esa
es la condición que nos explica Pallasmaa. No se trata de una visión
materialista, sino de procesos genéticos. Tanto es así que, para edificar una
vivienda, ya no se necesitan de arquitectos, simplemente la ama de casa es
capaz de repetir el condicionamiento y lograr el hogar perfecto, pues se
acomoda dicho trazado a los patrones mentales que lleva fuertemente
enquistados. Veamos el triunfo de las urbanizaciones privadas, de los
planteamientos funcionales. Son tan sencillos de aplicar por su condición de paradigma
que hasta generaron burbujas inmobiliarias.
El arquitecto reticente es distinto. Es un edificador de su propia
consciencia y hace cuanto más grande de su vida una obra maestra.
El impacto que un edificio tiene sobre la ciudad es imperecedero, tan
o cuán grande como el del nacimiento de un infante en la familia. No es un
simple acto de construcción casual, es el nacimiento de un nuevo ser con
características identitarias trascendentales para la urbe. “Los edificios y las
estructuras de distintas épocas enriquecen la experiencia de los lugares, pero
también refuerzan nuestro sentido de pertenencia, de arraigo y de ciudadanía”,
(Pallasmaa. 2016, p. 119). Los edificios no son simples hechos aislados de la
ciudad, son verdaderos referentes de la condición humana de un instante.
La ciudad contemporánea es producto del arquitecto funcional y de la
arquitectura que busca en la producción su permanencia y ¿hacia dónde nos ha
llevado esto? Veamos el caso de Homs en Siria que fue duramente bombardeada en
2015, la arquitecta Al-Marwa Sabouni nos ilustra cómo la arquitectura
actual jugó un papel importante en la destrucción de la ciudad que, como dice “la
arquitectura juega un papel clave en si una comunidad se desmorona”, (Gomez, 2016)
indicando las trasformaciones que la ciudad siria sufrió durante el siglo
pasado al ser sometida a filosofías urbanas que “separan comunidades según
clase, fe y riqueza”, (Gomez, 2016).
Así, “conforme la forma del entorno construido iba cambiando, lo hacia
el estilo de vida y el sentido de pertenencia de las comunidades que también
empezaron a cambiar”, (Gomez, 2016),
y a distanciarse. La zonificación urbana funcional destruyó el sentido de
comunidad entre las distintas comunidades que conformaban la ciudad lo que
permitió que se alimentaran las posiciones sectarias y de odio. La ciudad es la
extensión de las edificaciones y si una edificación está enferma puede enfermar
a toda la comunidad. La ciudad funcional ha fracasado.
La ciudad reticente será una ciudad sana en donde cada edificación es
la suma de detalles que inducen al despertar.
BIBLIOGRAFÍA
Pallasmaa, J. (2016, p.89). Habitar.
Madrid: Gustavo Gil. Impreso.
Gomez, C. (Junio de 2016). Cómo la
arquitectura de Siria creó las bases para una guerra brutal. Recuperado el
03 de Agosto de 2017, de
https://www.ted.com/talks/marwa_al_sabouni_how_syria_s_architecture_laid_the_foundation_for_brutal_war?language=es#t-152196