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lunes, 1 de diciembre de 2014

CONCIENCIA EN LA CIUDAD: La Ciudad Costumbre.

La rutina es la forma más efectiva de manifestación de la costumbre.







En la aparente vivencia despierta, la ciudad se idealiza como aquello que no nos estorba.
Queremos un desplazamiento sin interrupciones. Queremos que nadie estorbe nuestros empeños.
La costumbre apunta hacia esos derroteros.
Una rutina que extrae nuestras perfectas condiciones de vivir sin que por ello, esa acción sea consciente o no.
Esa rutina apunta hacia lo que conocemos.

No existe costumbre sin antes saber qué es lo que podemos empeñar de ella.
Ese saber que no es más que la constante repetición de paradigmas no encierra en sí, ninguna posibilidad de desarrollo, ningún conocimiento extra, sino la postrera copia de lo que se nos muestra.

Las ciudades actuales no son sino otra cosa que esa expresión de rutina y conocimiento burdo de unas costumbres que nada pueden hacer sino permitirnos permanecer en un cabildeo de ensoñaciones y desatinadas estrategias de residencia. La ciudad actual no es más que un cementerio de aspiraciones, anhelos y virtudes, un arrebato de rancias formas de manifestación.

Se nos pone ante nuestros ojos cientos de veces el perfil de las ciudades industriales, de las ciudades modernas, de las ciudades de rascacielos y hacia allá apuntamos.
Se crea la costumbre de verlas, sentirlas y hasta las consideramos hermosas.
La rutina lleva hacia allá.

Los planificadores y diseñadores urbanos no atinan sino a repetir lo que la costumbre les enseña.
No existe consciencia en ello, no existen procesos conscientes. La conciencia ha desaparecido o nunca existió.
Grandes edificios sometidos en un pequeño entorno con grandes y supuestas rápidas vías que los unen con otros grupos de edificios se han vuelto la costumbre humana de ciudad y el ir de aquí para allá sin más en la rutina que ciega.

Los expertos se hacen expertos repitiendo la panacea.
La misma panacea que hace que un desposeído mental vuelva sobre sus pasos una y otra vez, sin siquiera notar que lo hace. Una y otra vez trazando de manera persistente la ciudad costumbre, la ciudad rutina.

En todo ello no existe un atisbo de conciencia.
La conciencia es siempre lo obvio, lo que ha estado sin ser percibido pero latente para los ojos del despierto de consciencia. Cuando se delata, entonces es percibido de manera inmediata por el vulgo que no acierta sino a gritar..."pero, siempre estuvo ahí".

Conciencia en la ciudad, no sería pues aquella ciudad de perfil de rascacielos.
Conciencia en la ciudad, no sería pues aquella ciudad de rutinarias costumbres repitiéndose no solamente en el proceso del diario vivir, sino también manifestándose y propagándose como enfermedad en todo el planeta.
Conciencia en la ciudad, sería entonces edificios sanos cuya masificación engendraría un colectivo sano.

¿Esta ciudad consciente tendría un perfil?

No necesariamente, pues resultaría de la propia generación de aquellos que la habitan.
Conciencia en la ciudad no sería un adjetivo que radicaría solamente en el respeto al prójimo y a la naturaleza en todos sus niveles. No. El respeto es solo una parte de los actos conscientes.
Conciencia en la ciudad abarcaría todos los ámbitos, pero no sería una mera repetición.

Si existe repetición, no existiría conciencia.

Una noche oscura de rascacielos sería el devenir de la inconsciencia humana.


Atentamente
Erick Bojorque Pazmiño

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