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domingo, 3 de mayo de 2015

CONCIENCIA EN LA CIUDAD

Vivificar las calles...






La normativa urbana es un maravilloso o un nefasto recurso para convertir las ciudades.

Normativas de adecentamiento como son el impulsar el mantener limpias y pintadas las fachadas de la viviendas y edificios logran efectos positivos en el entorno. Leyes que determinan el soterramiento de instalaciones sanitarias, eléctricas, telefónicas, de televisión, impulsan la ciudad a niveles de claridad y seguridad. Regímenes que disminuyen los parqueos en edificios, logran el desuso del automóvil privado. Articulados legales que promueven en la ciudad las dobles vías y las rutas de circulación, eliminando las anchas y contaminantes vías, proporcionan a los habitantes inigualables fórmulas de sanidad.

Pero, nos hemos preguntado alguna ves ¿qué pasa con aquellas urbes donde solo existen comercios hacia la calle? ¿donde se considera la calle como lugar de tránsito únicamente? ¿donde la vida, el bullicio, la actividad es cosa de horas diurnas? ¿donde la delincuencia se toma las esquinas, los porches y aporticados por falta de personas circulando, viviendo, jugando...? ¿donde prima el cerramiento que convierte el barrio, el sector en un complejo carcelario?

Esta es la realidad de las ciudades neoliberales que están pensadas solamente para el mercadeo tras vitrina, para los negocios con empleados, para el dependiente en mostrador. En estas ciudades existe mucho andar, mucha actividad de luces, de letreros pero no de gente que vive, no de gente que atiende su propiedad. En dichos centros terminada la hora laboral, terminada la vida. No existe más que basura y polvo. La noche llega y las puertas enrrollables inertes son el escenario perfecto para la acción ilegal bien o mal intencionada. Las sombras se apoderan de ciudades así. Nadie se atreve a salir y a circular por veredas que en horas de la mañana pululaban de compradores. Una ciudad sin vida, una ciudad inconsciente.

¿Cuál la salida?

Muy sencillo. Las ciudades en conciencia deben administrar sus normas para que los predios no llenen sus fachadas de negocios, sino que por lo menos el 50% de plantas bajas o de plantas arquitectónicas que se enfrentan con la calle sean de viviendas. Viviendas que tengan diseños que proporcionen a los usuarios espacios para la adecuada relación con sus vecinos y amigos. Estos lugares así diseñados permitirán que las comunidades se apropien de veredas y calzadas para su uso familiar o comunitario.

Hermoso es pasar por barrios donde la calle se convierte en una extensión de las casas, cuyas puertas permanecen abiertas y entre vecinos departen por mejores momentos. En lugares así muy difícilmente la delincuencia se asienta y se reproduce.

No sería un mundo mejor pero si uno más humano.



Atentamente
Erick Bojorque Pazmiño

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